…Anno de Nuestro Sennor de mil y doçientos y onze…
¡¡Feliz año!! Ya queda uno menos para el 800 aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa… Dicho esto:
¿A quien no le gustaría vivir una gran aventura junto a sus amigos y junto a la gente que quiere? ¿Quién no ha soñado desde pequeño con lances sin fin, en los que los “protas” son uno mismo y sus amigos y de los que por supuesto, siempre se sale airoso? A ver ¿Alguien por ahí que no lo haya soñado?... que levante la mano el que no.
Bien… el escribir da esas pequeñas ventajas, nada que ver con poner tu nombre al hipersupermegahéroe del videojuego de turno, no, no nada de eso. Cuando escribes, la historia la decides tú… al menos al principio, pues luego es curioso cómo los personajes van teniendo, cómo lo diría, su propia vida. Es curioso que lo que tú planeas va tomando un camino inesperado, el cual uno como conductor de la historia, debe seguir… En fin a lo que iba:
¿Quién hay detrás de los nombres de mi novela? Muchos de los nombres son reales, de gente que en realidad existió, Don Rodrigo Ximénez de Rada, todos los reyes que salen, la reina Leonor y sus hijos… pero hay otros personajes a los que hay que poner nombre y yo, a muchos de ellos les he puesto el de mis familiares y amigos. Es una simple cuestión de gratitud y agradecimiento, de honor si queréis. Se suele decir que uno elige a sus amigos… yo pienso que es más bien al revés, de modo que aquí vienen alguno de los nombres de “el hijo del herrador”, nombres de verdad, para personajes de ficción.
-Diego: Me encanta este nombre, lo he oído toda mi vida, a veces lo he gritado, a veces susurrado… de hecho, uno de mis hermanos se llama Diego.
-Julián, padre de Diego: como Juli, el gran Juli, el hermano mayor que nunca he tenido.
-Fernando, hermano de Diego: Como uno de mis abuelos, como mi tío y como mi primo. Con tanto Fernando en la familia, un Fernando tenía que haber en la novela fijo.
-Oskar, el vidriero alemán: Mi otro hermano, gemelo de Diego, se llama así… pero con “c”
-Esther, médica hebrea: Esther, mi amiga Esther, gracias a ella comencé a escribir el libro y de algún modo que está escrito en las estrellas, gracias a ella conocí a quien hoy comparte, ilumina y da sentido a mi vida.
-Garcés Álvarez de Gustín, el caballero templario que salva la vida a Diego: Este caballero, lleva los apellidos de mi amigo Dioni, quien como él es un caballero y con quien he compartido derrotas y victorias… ahora al fin, solo las victorias campean en nuestras banderas.
-Don Alfredo, caballero que salva a Diego en las Navas de Tolosa: Al igual que la espada de don Alfredo, que está justo ahí en el momento exacto, mi amigo Fredy, ha estado, está y no dudo que estará.
-García Aguado, alférez de la villa de Segovia: García y Aguado son los apellidos de mi amigo Joaquín, alias “Muñe”. El ficticio es igual que el de carne (recuperada tras volver de Inglaterra) y hueso, templado, inteligente, capaz de dar la solución que a nadie se le ocurre.
Doña Constanza, aya de la reina Leonor: Mi abuelita, se llamaba y desde luego se sigue llamando Constanza. Cada día me mira desde el cielo, cuida de mí y allana mi camino.
Por fortuna, tengo otros amigos, cuyos nombres “no me cuadraban bien” en una novela medieval, pero que ahí están con sus personalidades. Me han ayudado sin saberlo, pues en ellos me he inspirado para crear la de otros personajes, creo que se lo debo: Eledi, Alejandro, José Manuel, Zana… Parte de lo que soy lo han forjado ellos, y también gracias a ellos, el hijo del herrador existe…
Sed buenos, seguro que os traerán muchas cosas los Reyes… Magos
Es justo rendir homenaje a la gente que te marca a fuego en tu vida.Pero nada que ver con lo que vas a vivir dentro de unos meses,eso no tiene comparación con nada en esta vida(dos veces me ha tocado a mi).Te deseo la mayor suerte del mundo "de corazón".
ResponderEliminarReyes que venís por ellas,
ResponderEliminarno busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Reyes que venís de Oriente
al Oriente del sol solo,
que más hermoso que Apolo,
sale del alba excelente.
Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
No busquéis la estrella ahora,
que su luz ha oscurecido
este sol recién nacido,
en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas,
el niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.
Aquellas lágrimas bellas,
la estrella oscurece ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Esto me pasa por acordarme de Lope, leer estos pasajes de tu libro y encima escuchar el nessum dorma del turandot de Puccini...
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