domingo, 15 de septiembre de 2019

LA ÉPICA HISTORIA DE DOÑA MENCÍA CALDERÓN 


    Si la historia de nuestra España está PLAGADA de héroes desconocidos, cuyas vidas serían un interminable filón para el cine, no os quiero decir lo que pasa con nuestras heroínas. Mujeres de armas tomar, que no necesitaban salir por ahí en bolas, chillando como locas, para demostrar que eran muy capaces de hacer lo hacían los hombres y también lo que estos no eran capaces de hacer.
    Está perfectamente documentado que las mujeres viajaron a Indias ya desde el tercer viaje de Colón, donde fueron 30 corajudas castellanas. Durante el siglo XVI unos 50.000 españoles llegaron en busca del "sueño americano" a aquel nuevo continente, de esos 50.000, unas 10.000 eran mujeres. Lo repito: 10.000 mujeres, un asombroso 20%. nada que ver con las exiguas cantidades de mujeres inglesas, holandesas, portuguesas o francesas, que surcaban los mares en pos de una vida mejor.
    Hace unos días os hablaba de la historia de nuestra paisana segoviana doña Isabel de Bobadilla, gobernadora de la isla de Cuba. Pues bien, hoy os traigo otra historia que espero os guste. Se trata de impresionante vida de doña Mencía de Calderón.
    Aunque arriba os he puesto el retrato de una mujer del Siglo de Oro, no se trata de ella, en realidad no se sabe cómo pudo ser en realidad.
    El caso es que doña Mencía, estaba casada con don Juan de Sanabria, nombrado Adelantado en el Río de la Plata y con él debía partir hacia tan remoto sur en tres barcos. La principal misión de la expedición no era conquistar sino poblar y por ello viajaban en ella 300 personas, más de 50 de las cuales, mujeres... e hidalgas. La mayor cantidad de nobles que viajaba a las Indias desde el desastre de El Darien, protagonizado por otro segoviano, el mítico Pedrarias Davila, y padre por cierto de doña Isabel de Bobadilla que... paro aquí, que me lío. Estábamos en otras aguas y con otras protagonistas. 
   Poco antes de salir, el esposo de doña Mencía fallece. Toda la fortuna de los Sanabria estaba invertido en aquellos barcos y en aquella misión, que ahora corre el peligro de no realizarse. ¿Qué imagináis que hizo dona Mencía? Lo que cabía hacer, recoger ella el guante y tirar "p'alante" acompañando a su bisoño hijastro de 18 años, en quien recae el mando... sobre el papel... de la expedición, comandada en realidad por nuestra protagonista.
   La expedición parte de España en 1550 y empieza la épica hazaña... Quienes ya os habéis leído mi última novela MUCAIN, el museo de la Carrera de Indias, conoceréis ya las espantosas condiciones que se vivían a bordo de los galeones que pasaban a Indias. Una épica contrarreloj de supervivencia cargada de los más aterradores peligros, las más increíbles aventuras y las situaciones más extremas y espeluznantes. Pues imaginaros en estas lides a aquellas jovencitas hidalgas...
   
   
    Pasando por delante de las costas africanas una tormenta dispersa a las tres naves. Doña Mencía, a bordo de la nao San Miguel, donde viajaban casi todas las mujeres, decide esperar a los otros dos bergantines, el Asunción y el San Juan... pero no aparecieron. De nuevo tira hacia delante y comienza a cruzar el Atlántico. 
   Mira que es ancha Castilla, pero más ancho es el océano y con todo y eso, tuvieron la mala fortuna de toparse con unos corsarios franceses... no imaginéis antes de tiempo. Ella se puso a negociar con los piratas y consiguió que no hubiera batalla y que se llevasen parte de la mercancía respetando lo más preciado que llevaban a bordo. Superado ese trance, con la consabida falta de alimentos, agua, tempestades y las bajas a bordo (entre ellas una de sus propias hijas) la San Miguel llega maltrecha a las Indias... a la Isla de Santa Catalina, perteneciente al enemigo reino de Portugal, donde naufraga. 
   Tres años después de penurias sin fin, los supervivientes consiguen hacer un nuevo barco, con el que salen de la isla y llegan al continente, pero de nuevo a posesiones portuguesas, donde toda la tripulación es retenida y el barco requisado.
   Dos años más tarde al fin son liberados pero el portugués no da barcos para bajar hasta el Río de la Plata ni medios para construir uno, de modo que, de nuevo con los restos de su propio naufragio, hacen otro barco, pero es demasiado pequeño y no caben todos en él... doña Mencía toma una decisión asombrosa. Si ese malnacido portugués no le daba barcos y no cabían todos en "el reciclado" ellos tenían piernas. 
   6 años después de salir de España y arrastrados por la poderosa personalidad de nuestra protagonista, el grupo consiguió llegar a su destino, tras hacer ¡¡¡más de 1500 km a pie, atravesando selvas, no pisadas jamás por ningún europeo!!! Sufriendo situaciones durísimas, inimaginables. No me digáis que esto no es un filón de oro para una novela o para una superproducción o incluso una serie que están tan de moda. Si ven los guionistas de HBO o Netflix esta historia "se les caen todos los palos del sombrajo".
    En mayo de 1556, y conducidos por doña Mencía y Juan Salazar de Espinosa, 21 mujeres, 22 hombres,y algunos pequeños nacidos en esos 6 años, llegaron al fin a su destino, a las tierras del Río de la Plata, a unos 50 Km de la actual capital del Paraguay, Asunción. Imaginaos la alegría, la felicidad, los llantos, los momentos que se debieron de vivir allí, la estupefacción y lo que debieron pensar quienes vieron salir de las selvas a aquel grupo.


    Me viene a la mente la célebre frase de "Castilla hace sus hombres, y los gasta" y habría que añadir aquí y mujeres. Hombres traídos al mundo por mujeres impresionantes, educados por ellas, mujeres valientes que no se conformaron con la vida que les había tocado, como la comunera María de Pacheco, como Inés Suárez, como doña Mencía o la propia doña Isabel de Bobadilla y miles y miles más, que arrasaron la historia sin pasar a ella, impulsando corazones, impeliendo voluntades, creando vida. No todas las que pasaron a Indias fueron monjas, ni mucho menos prostitutas. Fueron gobernadoras, artistas, adelantadas, emprendedoras, comerciantas, artesanas, regidoras de haciendas, educadoras, cuidadoras, guerreras cuando hubo que serlo, sin por supuesto dejar de ser madres, esposas ni perder su condición de mujeres.
   Me río yo del "sexo débil". 
   Cuando se construya el MUCAIN en Cádiz, sus nombres poblarán la quilla de hormigón del Museo. Sus hazañas serán recordadas como ejemplo, aliento e inspiración para futuras generaciones.



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