La iglesia de los Santos Justo y Pastor. Curiosidades y maravillas de los templos románicos segovianos. (PARTE II)
VIVERE SI QVERIS QVI MORTIS LEGE TENERIS, HVC SVPLICANDO VENI RENVENS
FOMENTA VENENI… ¿Hola?, hola ¿Hay alguien ahí…? ¿Sois vos Magister Muri? ¿Non lo sois…?. Ay, Bernardo, Bernardo, tus añejos
oídos te están de nuevo engañando. Mírate, pobre de ti, incluso contigo mesmo
andas en pláticas… tantos años de estudios e pergaminos entre aquestas
titilantes velas… perturban oídos, mirada e seso. ¿Nadie pues? Hum… seguiré entonces
a mis lecturas. A veeer… ¿Dó me hallaba yoo…? Sí, sí aquí. ¡Uy! Non quisiere
restar mucho sobre tal vocablo: VENENI, feo es a fe mía. Feo es. Decíamos pues
que; FOMENTA VENENI, COR VICIIS MUNDA, PEREAS NE MORTE SECUNDA… Sí. Muy apropiado,
muy apropiado para…
¡¿Otra vez?¡ ¿Quién anda con esos ruidos turbando mis labores? ¡Oh! ¡Sois
vos! Gentil leedor. Pasad, pasad sin miedo las páginas de aqueste códice, para
non pecar de ignorancia cuando se fable de nuestro rico e feraz pasado, del cual,
solo podemos sentir gruesa admiración e franco orgullo. Yo os guiaré a través
del tiempo, para que sepáis dar mérito, et apreciéis si cabe más, a lo que de
por sí, non tiene precio.
Mas primero lo primero. Presentaréme. En la pila me pusieron Bernardo, et
en la vida, de Gormaz. Ya veis mis ropajes et atavíos. Sigo la regla de San
Benito. Soy por tanto fray Bernardo de Gormaz. Mal está que bien de mi hable,
mas contaréos, que llevo ya una luenga vida metido entre estudios, manuscritos,
e códices. Bajo aquesta ya cana tonsura, e tras aquestos azulados ojos, albergo
gruesos conoscimientos, et innumerables sapiencias teológicas, doctrinarias e
filosóficas. Mis superiores cluniacenses, hanme encomendado ser el teólogo
redactor del programa iconográfico de la yglesia de los Santos Justo e Pastor,
pues lo he çido antes, e con éxito, de otras yglesias. Mas… veo inaudito gesto
en vuestra faz, arrugar de morros et entrecejo ¿Non sabéis acaso lo que es un
programa iconográfico? Non temáis, non temáis, yo os lo explicaré, pues esa e
non otra es mi labor en la tierra: iustificare
et annuntiare: explicar e divulgar. Mi humilde misión como siervo de mi
orden e del Señor, la de cualesquier teólogo redactor de programas
iconográficos, es que se plasmen sobre los albos templos, en piedras e
pinturas, las enseñanzas de la Santa Yglesia, ya sean palabra e vida de Nuestro
Señor Jesucristo, la de su Santa madre, sus venerados santos o las de los
grandes padres e doctores de la Yglesia, que son muchos e muy sabios. También,
a menudo, ordenamos poner cosas de la vida diaria de las xentes de los lugares
do levantamos los templos. También de los comitentes: reyes, obispos, nobles,
ricos mercaderes, xentes poderosas que sufragan buena parte de los gastos de la
elevación de la yglesia… ya sabéis, quien paga, manda. Creo que eso es, ha çido
e será en cualesquier época o lugar que se more. Los dineros, que debieren ser
un medio para procurar mejores vidas, se han tornado en sibilino ingenio de
Satán para la perdición de la raza humana. Seguro estoy, de que también en
vuestra futura e muy dispar época será así, e tristemente gobernará la regla de
oro… quien tiene el oro, pone las reglas… Hallaréis quienes, incluso, que
reverencian al dinero e que lo toman por santo, pues obra milagros, mas non lo fagáis
vos. Tornemos a lo nuestro, e dexemos lo corrompido.
Bien, mmm, decía yo que… ¡ay, qué sesera tienes Bernardo! ¡Ah sí! ¡El
teólogo! ¿E por qué motivo e razón, un teólogo en la construcción et
embellecimiento de la casa de Nuestro Señor? Os preguntaréis. Yo os lo revelo,
yo os lo revelo: Al contrario de lo que parescer pueda, nada, absolutamente
nada está al caprichoso azar dejado en una yglesia románica. ¡Es la casa de
Dios! La representación de la Jerusalén Celeste en la tierra. Todo tiene su
fin, su explicación e interpretación teológica, catequética o moral. Cada
canecillo, cada capitel, cada pintura, el propio templo, servía para algo,
quería decir o enseñar algo. Los fieles lo entendían, e si non lo entendían,
los sacerdotes se lo razonaban. Para ello eran, e para ello estaban.
Os daré ejemplos, veamos. Cuando entrasteis, hallabame yo leyendo un
texto que se encuentra grabado en el pórtico de entrada de la fermosa catedral
de Jaca, en el lejano reyno de Aragón. Se trata de un enorme pórtico que, amén
de albergar peregrinos que hacia Compostela marchaban, era destinado como
castigo para hacer en él penitencia los disolutos e los pecadores. El texto que yo examinaba
rezaba lo siguiente: VIVERE SI QVERIS QVI MORTIS LEGE TENERIS, HVC SVPLICANDO…
humm de nuevo contemplo ese extraño mohín en vuestro rostro, cierta… cierta cara
de haba ¿Acaso, non sabéis leer en latín? Non zozobréis, non zozobréis. Gustoso
e presto os lo explicaré, cual facíamos con las gentes de nuestro tiempo. Ja,
ja, ja, ja, veo que algunas cosas poco han cambiado en más de ochocientos años.
El texto completo que yo leía quiere decir aquesto:
“Si quieres vivir, tú que estás
sometido a la ley de la muerte, ven aquí suplicante, renunciando a los
alimentos envenenados. Purifica de vicios tu corazón para que non perezcas de
una segunda muerte”.
¿Veis a lo que me refiero? Aleccionábamos a los pecadores con lo escrito
en el pórtico sin dejarlos, durante unos días entrar en la casa de Dios… con
todo lo que ello implicaba de escarnio e befa en nuestro tiempo.
Sigo pues. Nadie o casi nadie de los que en el templo entraban, sabía
leer o escribir.
Tratábamos de
enseñar a una gruesa multitud de gente humilde e trabajadora, mas ignorante e
iletrada, lo que conllevaba una faena extraordinariamente complicada, e cual
fizo Nuestro Señor con las parábolas para ser mejor comprendido, nosotros ficimos
usando amplia profusión de imágenes en piedra, en pintura, e también grande
cantidad de símbolos. En el futuro, en vuestro mundo, cuando contempláis en las
yglesias las piedras que mandamos cincelar, non siempre comprendéis lo que
ellas dicen, pues aparte de la erosión, non entendéis su simbolismo. Fueron
tantos los textos que manejamos, las enseñanzas de tantos sabios en las que nos
basamos, que tratar de explicar siglos después, lo que en su día nosotros los
teólogos quisimos explicar con una talla, pintura o motivo concreto, puede ser,
a veces, tarea harto intrincada.
La propia yglesia non se colocaba en lugar cualesquier, buscabanse
siempre lugares bien visibles e preeminentes, como aquesta de San Justo en lo
alto de una loma. Las facíamos grandes, e sólidas, destacando su poderosa torre,
e su potente figura de piedra sobre el humilde casulario de madera. Solíanse
encalar las yglesias de blanco, e non de otro color, non solo para que llamaren
más la atención, si no por la propia simbología del tal tinte, pues el blanco
representa la pureza, la luz e la perfección.
Contó el emérito cronista cluniacense Rodulfus Glaber (es decir, Rodolfo
el Calvo) que “cubrióse Europa un albo manto
de yglesias”, de la gran cantidad que dellas, e de tal tinte pintadas,
erigimos a mayor gloria de Dios Nuestro Señor. Mas amén del impoluto níveo de
la pureza, el templo quedaba decorado en vivos colores, que cubrían bandas,
capiteles, canecillos, columnas, arquivoltas e líneas de imposta, con verdes,
cobaltos, amarillos, bermejos, naranjas…
El impacto visual de los colores en un mundo sin ellos, en una sólida et
enorme estructura que se erguía majestuosa sobre los modestos hogares, era la
primera e poderosa imagen que los fieles se llevaban de su yglesia. La vera
religión era una idea que había de ser mostrada e demostrada, e cuanto más
poderosamente fuere manifestada, más fácilmente permearía en las sencillas mentes,
e llanos coraçones de las xentes.
Sabed pues, que las desnudas piedras que roídas por el tiempo hoy
contempláis, que os parecen hermosas, e que erróneamente se piensa que a
nosotros también nos lo parescían, non son si no el vacío esqueleto del
policromado cuerpo, que un día albergaron. Nuestra naciente intención non fue
el dejarlas así de lirondas. Siglos de lluvias, de nieves, de tórridas tardes
de verano e gélidos yelos de invierno, fueron lenta, mas implacablemente,
robando los pigmentos que las cubrían. Lo que más resistía, por ser más barato
e fácil de mantener, los encalados, fue lo que a la postre más perduró, mas una
moda en el siglo XIX se llevó a golpe de piqueta la mayor parte de los
encalados de las yglesias.
Además de lo susodicho, la mesma edificación de la yglesia non estaba al
albur dejada, como ya comenté. Los Magister
Muri, los maestros de obras con quienes nosotros los teólogos estrechamente
trabajábamos, eran hombres muy sabios, expertos e doctos, dotados de
excepcionales sapiencias. Al contrario de lo que pensarse pueda, solían ser
carpinteros, pues era la tal cofradía la que más conoscimientos sobre
estructuras albergaba. Eran el vital apoyo para el resto de hermandades
constructoras, e por tanto, de todas ellas sabían. Sin sus artificios,
andamiajes, armazones, cimbras e por supuesto, sin sus saberes en construcción
de complejas máquinas para mover pesos inhumanos, la construcción se caería, o
sería inestable, o se abrirían grietas que acabarían por derrumbarla.
Ya desde su cimentación, construíanse las yglesias con su propio mensaje
e simbolismo, basado en aqueste versículo 27 del capítulo XXIV del Evangelio de
San Mateo:
“Como el relámpago que sale del
oriente e brilla hasta el occidente, así será la Venida del Hijo del hombre”
Nosotros creíamos, fervorosamente, en aquestas palabras. Estábamos
convencidos de que la “Parusía”, segunda venida de Nuestro Señor, era próxima,
cuestión de días o meses, quizá años, mas que llegaríamos a contemplarla en
nuestras vidas. De tal guisa e modo, que levantamos todas nuestras yglesias
mirando hacia ese oriente, por do Él vendría. Sabed que es de aquí, de do
proviene la palabra orientar.
Si hubiere algún modo, por algún moderno e milagroso ingenio que
permitiere ver Segovia desde los cielos, podríais comprobar que lo que digo es tan
cierto, como que Dios Nuestro Señor, vive. Todas las yglesias románicas de la
villa, e de cualesquier villa que busquéis, tienen siempre similar orientación:
Altar hacia el oriente, en la cabecera del templo, lo que llamamos ábside, e
los sus pies hacia el occidente. Además, los más veteranos que aquestas páginas
leáis, tendréis remembranzas de que hasta non hace tanto tiempo, el propio
sacerdote daba la santa misa de espaldas hacia los fieles. ¿Por qué? Para todos
juntos estar mirando hacia la ventana central del ábside, sobre el altar, por
do entraría la muy deslumbradora luz de la esperada, e inminente, segunda
venida del Redentor del mundo. Para si se producía, poder estar contemplándola
como testigos de excepción e ganar nuestra eterna salvación.
También los más veteranos (a los que non lo sois ya os lo narro yo)
recordaréis que hasta hace muy poco, en Segovia et en todos pueblos de la
provincia… en realidad en todos los lugares del reyno, los hombres se sentaban
en el lado que llamamos de la Epístola, el sur o derecha de la nave (entrando
desde sus pies) e las mujeres en el lado que denominamos del Evangelio, el
norte o izquierda de la nave. ¿Por qué aquesta curiosa disposición e non al
contrario? Verbigracia: Nuestro mundo, era un mundo de hombres, gobernado,
dominado por los hombres, e a la mujer… por decirlo de algún modo, se la
menospreciaba. Mas non inventamos tal nosotros, nos vino heredado de antiguo de
las civilizaciones que nos precedieron, los romanos, e los visigodos. La propia
yglesia arroja las culpas del original pecado sobre la mujer; Eva… aunque
también luego María, la nueva Eva redentora, vino a salvarnos. Mas lo que os
decía: por herencia e tradición, la mujer significaba lo negativo, lo maligno,
lo obscuro, lo pernicioso e pecaminoso. Por ello, en las yglesias situabanse
las dueñas en el lado norte, el más oscuro de la nave, en el que menos daba el
sol, el más frío e por supuesto, a la izquierda… bien ya sé lo que vos non, el
latín. Os diré pues que izquierda, en latín, se dice “sinister”. Todo, todo tenía su simbolismo.
E ya que por lugares fríos e obscuros transitamos, hablemos del más
gélido e sombrío de todo el templo, el lugar do se emplazaban las pilas
bautismales, pues también sobre ellas actuábamos los teólogos. Por supuesto
estaban policromadas e todas tenían su propia iconografía. La pila bautismal
era, es e será per saecula saeculorum,
un elemento harto importante. De los más del templo. Su simbología se hace por
tanto principal tema, ya que será aquí e non en otro lugar, do el cristiano,
sin aún serlo, tomará su primer contacto con la única e verdadera fe. Ni
siquiera su posición está al hado dejada. Como más arriba os he adelantado, las
pilas bautismales siempre estaban emplazadas en el lado más obscuro del templo,
do menos iluminación del astro sol llega, et aqueste es siempre a los pies de
la nave et a la izquierda della, mirando desde fuera. El punto más al norte et más
al oeste. Comprobaréis que lo que os digo es cierto de sencilla guisa: Ved do
se encuentran mayores musgos en los árboles. Siempre es la dirección que os
digo por ser la más oscura e gélida, u observad en los inviernos do más
aguantan yelos e ventisqueros. Siempre es en el sitio más al noroeste. ¿E por
qué motivo e raçon las pilas bautismales están en tan lóbrego emplazamiento? El
pequeño infante nace en un mundo de obscuridad por la original culpa del
pecado, causado por la esposa de Adán. Una pequeña candelilla de esperanza
preside la ceremonia bautismal, e tras verter el agua purificadora en su
cabecita, el nuevo cristiano se dirige ya hacia el altar, el lugar con más
iluminación. Pasa pues, de las tinieblas del pecado, a la luz de la redención.
Básico, mas sencillo. Todo es simbología en nuestro mundo. Todo, para hacer
comprender nuestra doctrina a las mentes sencillas et ignorantes.
Puede que al entrar en alguna yglesia románica, veáis alguna pila que non
esté en el emplazamiento que os indico, si tal es non hesitéis, sin duda la han
cambiado de su original asiento.
En vuestro mundo, las pilas se muestran, al igual que la mayor parte de
los templos en la fría e desnuda piedra, más como ya os he mencionado anteriormente,
non siempre fue así. También ellas estaban pintadas e llenas, amén del agua
sagrada, de vivos e polícromos tornasoles.
Hoy, con el simple caminar por vuestras rúas, estáis harto acostumbrados
a los muchos reclamos que os atraen como miel a moscas. Provenientes de
distintos lugares, llaman la atención de vuestros siempre curiosos ojos:
grandes filacterias e cartelas coloridas, bizarros artefactos que se iluminan e
se apagan, lanzando luces que danzan cual si Satán mesmo las hubiere
engendrado, incluso extraños legajos cuyas letras se mueven, o aparecen e
desaparecen como por mágico ensalmo… hace ochocientos años aquesto difería
gruesamente... por un lado, mas non por
el otro. Lo que llamaba la atención hace ochocientos años, lo que reclamaba los
ojos, e do las miradas se posaban cual dóciles pajarillos, era en gruesa parte en
lo mesmo que hoy. ¡En el color! Non somos tan dispares. ¿E dó se hallaba ese
color? ¡Do ya conoscéis! En las yglesias, en sus canecillos, en sus capiteles e
sus columnas, en sus contrafuertes e chambranas, en sus líneas de imposta e sus
frisos de esquinilla, en sus pilas bautismales e desde luego, e por supuesto,
en sus muros.
¿Podéis imaginar la belleza del níveo templo, con su majestuosa e alba
torre iluminándose al amanecer? ¿Podéis imaginar el contraste de sus blancos
muros, contra un invierno gris? ¿Podéis imaginar su estallido de colores por
doquier? ¿E podéis imaginar, vos que seguís mi discurso, e cuya inquieta mente
ya ansía elucubrar lo que os describo, la liza de colores recortándose contra
un cielo añil? ¿Podéis? Quiero pensar que sí....
Maravilloso relato amigo, veo que tu mente ya está en camino de deleitarnos con otra estupenda publicación.
ResponderEliminarUn.abrazo
Muchísimas gracias Mimi maja. En ello estamos, sin prisa, pero sin pausa. Un fuerte abrazo
EliminarBuenos días, Ricardo!
ResponderEliminarQue alegría volver a entrar en tu blog y encontrarme con esta maravillosa nueva lección de HISTORIA con mayúsculas.
Sólo espero tu próxima novela para ofrecerte nuestra aldea de Ventosilla y Tejadilla, donde sabes que tienes un hueco reservado siempre para tus presentaciones. Un abrazo muy sincero.